Capítulo 11
Llegamos al
Capitolio al caer la noche. Se me estaban empezando a cerrar los ojos cuando de
repente Nulurú dio un gritito de emoción que inmediatamente sustituyó por unos
saltitos impacientes. Yo me levanté del sofá y me dirigí a la ventana.
- Ya hemos
llegadooooo.-dijo nuestra otra acompañante con voz cantarina y melodiosa.
-Es
simplemente...increíble- murmuré yo al contemplar la enorme ciudad con
extravagantes edificios y sus más aún extravagantes habitantes que saludaban y
gritaban al vernos llegar.
Miré a
Thresh que mostraba la misma expresión de emoción contenida que yo. Me guiñó un
ojo y siguió mirando por la ventana y saludando. Nunca nos habín prestado tanta
atención. Jeirá nos indicó que recogiesemos nuestras cosas y nos dió dos
grandes maletas. Yo no tenía nada que meter pero el vestido morado me había
gustado tanto que decidí llevarmelo. Tal vez fuese la única prenda bonita que
iba a llevar en toda mi vida, o en lo que me quedaba de ella. Nos bajamos del
tren y fuimos al edificio donde deberíamos alojarnos estas semanas. Era una
estancia muy bonita, moderna y delicadamente Capitoliense. Bueno, la verdad es
que derramaba capitolieidad por todos los costados. En una esquina estaba mi
habitación y fuí directa a ella. Al ver la enorme cama me derrumbé en ella. Era
suave y reconfortante. Pero mi felicidad se acabo al ver entrar a Jeirá
comunicándome que un estilista me tenía que....poner guapa. Yo me levanté a
duras penas de la cama y la seguí arrastrando los pies. No se como llegamos a
un gran pasillo segmentado por cabinitas donde un montón de personas se
ocupaban de los tributos. Jeirá me enseño donde estaba mi cabina y se despidió
dando saltitos y agitando la mano. Dos pares de ojos me observaron detrás de
una cortina. Luego, los dueños de los ojos salieron a la luz dejando al
descubireto un cuerpo morado con sombra de ojos plateada, pinta labios
plateados y un aro enorme en la nariz y un cuerpo amarillento con largas
pestañas naranjas y grandes labios deformes a causa de las operaciones.
-Ohhh,
miralá, que niñita más adorable. Y es muy guapa, pero está muy sucia.-Dijo la
mujer morada. Ese comentario me hizo sentir mal ya que me había duchado tres
veces ese día y debería oler a rosas y lavanda.-Yo soy Sondra y ella el
Merinda. Somos tus estilistas. Y ella es Luba. Es la estilista jefe.
Luba salió
al descubierto dejandome ver su rostro, suave y fino con un leve tono verdoso y
unas pestañas plagadas de rímel acompañadas por un gran y pesado vestido con
encima yna larga bata blanca.
-Encantada.